El Parlamento Europeo, contra la obsolescencia programada

El Parlamento Europeo, contra la obsolescencia programada

No son pocas las ocasiones en las que se ha anunciado que la denominada «obsolescencia programada» tiene los días contados. Sin embargo, la que saltaba hace apenas un par de meses como noticia, semeja tener algo más de consistencia que en anteriores ocasiones. Esta vez, el Parlamento Europeo tomará cartas en el asunto.

Grandes y pequeños electrodomésticos, dispositivos electrónicos, televisores… Múltiples son los productos que tienen programado el fin de su vida útil. Con esta acción, los fabricantes se garantizan la compra continua de sus productos. ¿Mito o realidad? Las grandes empresas no dudan en lavarse las manos y negar la mayor. Quizás, el quid de la cuestión se encuentre en el abaratamiento de los costes mediante la utilización de materias primas de baja calidad.

Fin de la obsolescencia programada

¿Qué ocurriría si la obsolescencia programada fuera eliminada? ¿Y si nuestros enseres tuvieran una vida útil duradera?

Fue el pasado mes de julio cuando el Parlamento Europeo puso manos en el asunto, instando a la Comisión a tomar medidas. El objetivo parece que se encuentra en incentivar a aquellas empresas que comercialicen productos con una alta durabilidad. Hasta el momento, ninguna organización ha estado ni está obligada a ofrecer información sobre la vida útil de sus bienes, así como tampoco sobre la disponibilidad de las piezas de repuesto ante una posible y necesaria reparación.

La apuesta, en un comienzo, pasa por colocar etiquetas voluntarias que señalen la fecha de «caducidad» de cada objeto y sus componentes. La medida no afecta solo a aparatos electrónicos, sino también al sector textil, entre otros.

La meta pasa por poner fin a la ecuación «comprar, tirar, comprar», nombre que tomó el documental emitido por RTVE en abril de 2012, así como aumentar el reciclado y la reparación de los mismos, aunque sea en un proveedor no oficial.

Facilitar las reparaciones

Pero no todos los problemas se arreglan con tener transparencia con el consumidor. De nada sirve complementar la compra con una etiqueta que nos prepare para el futuro, cuando uno de los principales problemas se haya en los procesos de reparación de los gadgets.

Una pieza pequeña y mano de obra; como resultado, una factura que nos angustia. Todo ello, al final, podría solucionarse con la posibilidad de encontrar repuestos y una sencilla forma de cambiar lo dañado. Como ejemplos muy habituales, la imposibilidad de sustituir las baterías de un teléfono móvil o de un ordenador portátil, que ahora vienen incrustadas. Cuando estas fallan, tenemos que despedirnos del correspondiente aparato.

¿El adiós al consumismo?

¿Estarías dispuesto a pagar más por un producto que garantiza su durabilidad? En caso afirmativo, ¿cuánto? ¿Eres de los que espera a que la «obsolescencia programada haga acto de presencia o de los que cambia de modelo de smartphone en cuanto puede? ¿Qué tendría que ocurrir para que variaras tus acciones?

De momento, de proseguir con esta idea, se reduciría la cantidad de basura electrónica producida, reduciendo el impacto medioambiental. Lo importante, además, pasa por hacer valer tus derechos como consumidor.