El doctor Robert Liston tardaba dos minutos y medio en amputar una pierna, desde que hacía la primera incisión hasta que cortaba los hilos sueltos de las suturas.
Era la primera mitad del siglo XIX, un mundo sin anestesia en el que cada segundo era fundamental. No sólo minimizaba el dolor del paciente, sino que mejoraba las posibilidades de supervivencia.
Se calcula que en las mesas del University College Hospital donde operaba Liston morían uno de cada diez pacientes. En las del hospital de St. Bart, también en Londres, morían uno de cada cuatro. La cirugía era una carrera contra la muerte.
Esa rapidez y virtuosismo con el cuchillo hacía que decenas de pacientes acamparan en la puerta del hospital pidiendo que les atendiera. Especialmente, los casos que ya habían sido desahuciados por otros cirujanos. Entre los más llamativos están un tumor escrotal de 20 kilos y medio o una aneurisma de aorta que aún se conserva en el museo de patología del UCH.
Pero ya sabemos que la velocidad no siempre es buena, se cuenta que, una vez, junto a la pierna que trataba de amputar se llevó los testículos del paciente. También en una amputación de una pierna se llevo dos dedos de su asistente, asustado ante el accidente, clavó el escalpelo en un estudiante que observaba la operación. Los tres (paciente, asistente y estudiante) murieron por la infección de las heridas. Y aquella operación pasó a los anales por ser la única que conocemos con una mortalidad del 300%.
Liston fue realizó en diciembre de 1846 la primera intervención con anestesia de Europa.
Fuente: www.xataka.com