Una de las clasificaciones de los frutos es aquella que los separa en climatéricos o no climatéricos según su forma de maduración. El primero grupo -climatéricos- se refiere a los que son capaces de seguir madurando tras separarlos de la planta, es decir, después de cosechados. En cambio, los no climatéricos solo maduran en la planta y una vez que se quitan de ella interrumpen el proceso por lo que hay que asegurarse que hayan alcanzado el estado adecuado para su consumo antes de retirar la cosecha.
Kidd y West acuñó en 1925 la expresión “fruto climatérico” teniendo en cuenta la tasa respiratoria que acompaña a la maduración de las manzanas. Hoy en día para establecer los frutos en la categoría de climatéricos o no climatéricos se examina el etileno, un gas que produce cualquier órgano vegetal. Los denominados climatéricos incrementan considerablemente la producción de etileno al madurar, mientras que los no climatéricos mantienen casi invariable la tasa de etileno.
Resulta clave tener claro si un fruto es climatérico o no porque nos ayudará en los sistemas de cosecha, de comercialización y de conservación. Así, no es conveniente guardar ciertos alimentos junto a frutos climatéricos que liberan etileno al ambiente. Un ejemplo es el de los kiwis que son sensibles a este elemento y que madurarían de más al juntarse con las manzanas.
Frutos climatéricos
Manzana, plátano, higo, tomate, pera, melocotón, nectarina, albaricoque, kiwi, mango, arándano, melón, papaya…
Frutos no climatéricos
Uva, aceituna, cereza, cítricos (limón, mandarina, naranja, pomelo, mandarina), granada, frambuesa, pimiento, pepino, fresa…