Un estudio presentado en el año 2012 bajo el título de «El Parabrisas: componente decisivo para la seguridad vial preventiva», presentó la importancia de este elemento para nuestro vehículo en cuanto a seguridad se refiere. Y es que la luna delantera se ha convertido en un componente estructural básico, ya que, en caso de impacto, colisión o vuelco, soporta gran parte de la resistencia —más concretamente, el 30%—.
Como ejemplo, en caso de que el automóvil vuelque, el parabrisas se encarga de soportar la presión del techo. Si los centímetros que se aplasta no superan los diez, los cristales en perfectas condiciones ni se rompen ni salen despedidos, garantizando la seguridad.
Factores externos e internos de deterioro
El parabrisas se convierte, año tras año, en el cristal con mayores índices de siniestralidad. Esto es debido a los mayores impactos frontales registrados. Pero también podemos encontrar la influencia de factores externos, como una carretera en mal estado o las temperaturas cambiantes y extremas, que pueden afectar a sus cualidades. El sol, el calor, el frío o las heladas provocan un deterioro paulatino del parabrisas. A su vez, desde la parte interna, el aire acondicionado y la calefacción también juegan su papel.
Siniestralidad en los parabrisas
Revisar de forma regular esta parte es fundamental. Un pequeño impacto, que puede suponer una rotura de escasos milímetros, puede llegar a reducir la resistencia del cristal hasta en un 70%.
Por ello, mucho cuidado con el alcance de piedras, gravilla, frutos… Y, además, comprueba las condiciones del airbag. Si este salta y el parabrisas no está bien adherido, puede llegar a desprenderse y provocar graves daños en los ocupantes.
Fuente: Autonoción